Un policía local rescata los crímenes y muertes violentas ocurridas en el municipio aljarafeño entre 1900 y 1934
Fernando Pérez Ávila , olivares | Actualizado 04.09.2011 - 05:01
Lugar conocido como junta de los ríos, donde hallaron a niños ahogados.
A Manuel Reyes todos le decían en Olivares que tenía la vida resuelta desde que su hija se había casado con un joven terrateniente. Se lo repetían tanto que empezó a tener celos de su yerno. Su complejo de inferioridad era tan profundo que se obsesionó con el marido de su hija y se montó en su cabeza una absurda historia de infidelidad. Manuel creía que su esposa, Rafaela Díaz Pérez, se veía con su yerno. Cada vez que la mujer salía de casa le preguntaba si iba a verse con el joven y ella llegó al extremo de ni poder dirigirle la palabra a éste ante los celos de su marido. Éste fue el origen de uno de los crímenes investigados por Nacho Pérez, criminólogo y policía local de Olivares, que ha recopilado las muertes violentas ocurridas en este municipio del Aljarafe entre los años 1900 y 1934.
Manuel mató a Rafaela asestándole un golpe en la cabeza con un calabozo, una herramienta para desbrozar parecida a una hoz. Aquello ocurrió el 10 de octubre de 1928. Una niña fue testigo del crimen y todavía hoy recuerda lo ocurrido. Su testimonio se incluye en este trabajo que rescata la crónica negra de Olivares en el primer tercio del siglo XX. "Hay varios crímenes machistas, son las raíces de lo que hoy se conoce como violencia de género", explica Nacho Pérez.
Este policía comenzó a investigar sobre las muertes violentas en Olivares tras hablar con el director del Instituto de Criminología de Sevilla, Borja Mapelli. Éste le propuso recopilar los casos ocurridos en el municipio en el que trabaja. "En otros pueblos ya se ha hecho, pero lo han hecho policías que son naturales del mismo pueblo, que lo tenían más fácil por sus vínculos familiares. Yo trabajo en Olivares, pero soy de Sevilla, por lo que el trabajo para encontrar testigos ha sido muy difícil".
Comenzó por el juzgado de Sanlúcar la Mayor, partido judicial al que pertenece Olivares. Allí rebuscó en los archivos todos los certificados de defunción de Olivares y fue fijándose especialmente en los que tenían alguna nota a pie de página con algún número de sumario o de atestado. Una vez que tenía los nombres, se entrevistó con el juez de paz y cronista del municipio y fue buscando en el padrón municipal para tratar de encontrar a familiares de las víctimas que siguieran vivos y con sus facultades mentales en plenitud.
"También ha habido mucho trabajo en la hemeroteca y en el archivo histórico provincial, en la calle Almirante Apodaca. Pero ese trabajo ha sido poco operativo porque aquello es muy antiguo, te dejas la vista para poder ver documentos y al final sólo encontré unos detenidos por robos de caballerizas y de cerdos que no tenían demasiada relevancia", cuenta este criminólogo.
Dice que pretende ampliar su investigación a todo el siglo XX, dividiéndolo en dos periodos. "Tiene que ser uno antes de la Guerra Civil y otro después. La Guerra Civil no tiene interés criminológico porque las muertes o ejecuciones que se produjeran durante ese periodo son hechos de guerra y ya hay muchísimos historiadores que han investigado esto. Se aparta un poco de mi tema". Decidió empezar por el principio del siglo, el periodo más complicado por la dificultad para encontrar testigos y la falta de documentación.
"En la Guerra Civil se quemó todo. Algunos guardias civiles ya retirados me han reconocido que ellos mismos quemaron todos los expedientes y atestados de su cuartel. En cada sitio se siguieron unos criterios absolutamente arbitrarios y en algunos cuarteles se quemaron todos los expedientes menos los de los años 1900, 1910, 1920 y 1930, es decir, los primeros de cada década. Si yo buscaba un crimen ocurrido en 1909, no podía encontrar nada porque se había destruido todo lo de ese año", explica este policía, que espera que su trabajo sirva para poder encontrar más testigos de casos que aún están sin resolver.
A Nacho Pérez también le ha llamado la atención la falta de medidas de seguridad en el trabajo de antaño. En 1930 hubo un incendio en el cortijo Sobervina, en los límites entre Olivares, Albaida y Sanlúcar la Mayor. "En una nave había vacas, caballos, mulos y bueyes y la planta de arriba era un secadero de tabaco. Al lado estaba la vivienda de los trabajadores. Una lámpara de carburo prendió y murieron calcinadas siete personas, un matrimonio y sus cinco hijos. Ahora sería impensable que la legislación permitiera esa disposición de las naves, explica Nacho, que relata que el caso fue muy llamativo y conocido en toda la comarca. "Incluso el gobernador civil mandó un telegrama de pésame al alcalde de Olivares y se suspendió una procesión que había ese mismo día". Esta investigación puede consultarse íntegramente en el blog (nachopolicialocalycriminologo.blogspot.com) y en ella se incluyen también numerosas fotografías antiguas de Olivares cedidas por el estudio Olea.
Manuel mató a Rafaela asestándole un golpe en la cabeza con un calabozo, una herramienta para desbrozar parecida a una hoz. Aquello ocurrió el 10 de octubre de 1928. Una niña fue testigo del crimen y todavía hoy recuerda lo ocurrido. Su testimonio se incluye en este trabajo que rescata la crónica negra de Olivares en el primer tercio del siglo XX. "Hay varios crímenes machistas, son las raíces de lo que hoy se conoce como violencia de género", explica Nacho Pérez.
Este policía comenzó a investigar sobre las muertes violentas en Olivares tras hablar con el director del Instituto de Criminología de Sevilla, Borja Mapelli. Éste le propuso recopilar los casos ocurridos en el municipio en el que trabaja. "En otros pueblos ya se ha hecho, pero lo han hecho policías que son naturales del mismo pueblo, que lo tenían más fácil por sus vínculos familiares. Yo trabajo en Olivares, pero soy de Sevilla, por lo que el trabajo para encontrar testigos ha sido muy difícil".
Comenzó por el juzgado de Sanlúcar la Mayor, partido judicial al que pertenece Olivares. Allí rebuscó en los archivos todos los certificados de defunción de Olivares y fue fijándose especialmente en los que tenían alguna nota a pie de página con algún número de sumario o de atestado. Una vez que tenía los nombres, se entrevistó con el juez de paz y cronista del municipio y fue buscando en el padrón municipal para tratar de encontrar a familiares de las víctimas que siguieran vivos y con sus facultades mentales en plenitud.
"También ha habido mucho trabajo en la hemeroteca y en el archivo histórico provincial, en la calle Almirante Apodaca. Pero ese trabajo ha sido poco operativo porque aquello es muy antiguo, te dejas la vista para poder ver documentos y al final sólo encontré unos detenidos por robos de caballerizas y de cerdos que no tenían demasiada relevancia", cuenta este criminólogo.
Dice que pretende ampliar su investigación a todo el siglo XX, dividiéndolo en dos periodos. "Tiene que ser uno antes de la Guerra Civil y otro después. La Guerra Civil no tiene interés criminológico porque las muertes o ejecuciones que se produjeran durante ese periodo son hechos de guerra y ya hay muchísimos historiadores que han investigado esto. Se aparta un poco de mi tema". Decidió empezar por el principio del siglo, el periodo más complicado por la dificultad para encontrar testigos y la falta de documentación.
"En la Guerra Civil se quemó todo. Algunos guardias civiles ya retirados me han reconocido que ellos mismos quemaron todos los expedientes y atestados de su cuartel. En cada sitio se siguieron unos criterios absolutamente arbitrarios y en algunos cuarteles se quemaron todos los expedientes menos los de los años 1900, 1910, 1920 y 1930, es decir, los primeros de cada década. Si yo buscaba un crimen ocurrido en 1909, no podía encontrar nada porque se había destruido todo lo de ese año", explica este policía, que espera que su trabajo sirva para poder encontrar más testigos de casos que aún están sin resolver.
A Nacho Pérez también le ha llamado la atención la falta de medidas de seguridad en el trabajo de antaño. En 1930 hubo un incendio en el cortijo Sobervina, en los límites entre Olivares, Albaida y Sanlúcar la Mayor. "En una nave había vacas, caballos, mulos y bueyes y la planta de arriba era un secadero de tabaco. Al lado estaba la vivienda de los trabajadores. Una lámpara de carburo prendió y murieron calcinadas siete personas, un matrimonio y sus cinco hijos. Ahora sería impensable que la legislación permitiera esa disposición de las naves, explica Nacho, que relata que el caso fue muy llamativo y conocido en toda la comarca. "Incluso el gobernador civil mandó un telegrama de pésame al alcalde de Olivares y se suspendió una procesión que había ese mismo día". Esta investigación puede consultarse íntegramente en el blog (nachopolicialocalycriminologo.blogspot.com) y en ella se incluyen también numerosas fotografías antiguas de Olivares cedidas por el estudio Olea.
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