30 jul 2011

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN: MUERTES VIOLENTAS DE OLIVARES A PRINCIPIOS DE 1.900

Actualmente se está realizando una investigación criminológica acerca de las muertes violentas que ocurrieron en Olivares desde 1.900 hasta aproximadamente el año 1.934.
El trabajo se ha realizado partiendo de pedir los permisos preceptivos a los Juzgados de Sanlúcar la Mayor y posterior permiso al Juzgado de Paz de Olivares.
Una vez concedidos los permisos se trabajo a partir de certificados de defunción en cuyo contenido se comprueba que se realizaron pruebas de investigaciones y que tenían asignadas diligencias o atestados abiertos por indicios de criminalidad.
A partir de ahí un largo y enfarragoso trabajo de campo consistente en recopilar información bien a través de los Archivos Municipales o a través de entrevistas a descendientes directos del fallecido por causas violentas o sospechosas de criminalidad.
A continuación muestro un ejemplo de lo que será en breve el trabajo en sí.
CASO RAFAELA DIAZ PEREZ.









Se estudia el caso de la muerte violenta y sospechosa de criminalidad y responsabilidad penal de la difunta RAFAELA DIAZ PEREZ, la cual falleció en su domicilio en Olivares en la calle Serafín Jiménez número 66 a la edad de 55 años y natural de Madroño, provincia de Sevilla.
Estaba casada con Manuel Reyes Pérez y de cuyo matrimonio tuvieron por hijos legítimos a Amparo, Francisco, Rafael y José Reyes Díaz, todos ellos vecinos de la localidad de Olivares, todos ellos menores de edad en el momento de la trágica y espantosa muerte, salvo la hija mayor, Amparo, la cual acusaba una seria enfermedad que le llevaría a la muerte años después.
Este fallecimiento sucedió el día 10 de octubre de 1.928 en su propio domicilio y, como nos contó una testigo casi presencial tras una disputa por celos.
La persona que nos ha narrado esta historia con todo lujo de detalles es una emblemática anciana de noventa y nueve años, cuyos datos particulares,  quedarán en el anonimato tal como nos pidió ella en la entrevista.
El entorno del suceso es una familia bastante pobre en la época de depresión en el periodo de años anterior a la Guerra Civil Española. La asesinada se dedicaba a las labores domésticas pero además, para poder sustentar la economía familiar, compraba cochinos pequeños para su crianza y posterior venta una vez criados y engordados. El marido se dedicaba al campo, a la explotación de unas tierras que le habían cedido para su explotación.

Según nos narra esta testigo, la hija mayor de este matrimonio, Amparo Reyes Díaz, se hablaba con un joven adinerado de la zona.
Este joven poseía tierras, dos casas y dos yunques de bueyes y que habían amasado capital trabajando tierras del dominio del Duque de Olivares.
En conclusión, este fue el centro de la historia, la llegada de este yerno rico a la pobre familia.
En todo el municipio, eran numerosos los comentarios que le hacían a Manuel Reyes acerca de su yerno, recriminándole que en la época tan mala que corría, que el ya tenía la vida resuelta gracias a la llegada a su familia de su yerno. Manuel iba a la barbería y le decían lo mismo: “Tú como ya tienes un yerno rico, ya tienes la vida resuelta, los demás no tenemos trabajo y no tenemos para comer.”
A tal extremo llegaron a molestar a Manuel los comentarios que le hacían que empezó a cogerle desprecio a su yerno. Cada vez le insistían más y más en referencia al yerno rico de3 tal manera que ya empezó a obsesionarse con él y a ponerse enfurecido cada vez que le hacían comentarios.
La familia del yerno estaba desahogada pero tampoco eran ricos a pesar de todos los comentarios que circulaban por todo el pueblo.
Que normalmente en esos años, los vecinos tenían que arrendar tierras a través del Palacio de Dueñas necesitando como requisito básico demostrar que eran una familia honrada. Para ello se realizaba una documentación a través del Ayuntamiento de Olivares, en la cual hacían constar que eran honrados, es decir, que no había tenido más de un novio la esposa, que estaban casados y por supuesto, que no iba en estado al altar. En estos términos se les concedía una subvención por el Palacio de Dueñas, a través de los descendientes del Duque de Olivares.
Que en esa época, cuando se recolecta y en agradecimiento se obsequiaba a la familia de la Duquesa de Alba que aún hoy día es dueña de muchas tierras en este término municipal. Nuestra testigo aún recuerda cuando llegada esa época que llamaban la recolección de Montijo iba andando al cortijo de la familia de la Duquesa de Alba a llevar en mano las ofrendas.
Una vez en este estado las cosas, y como era extremadamente celoso con su mujer, empezó a acomplejarse pensando que él era inferior que su suegro y que su mujer no podía notar eso.
La difunta Rafaela llegó al extremo de ni siquiera poder hablarle de su yerno y nada más que se encontraba realizando alguna gestión y tardaba un rato, su marido ya le empezaba a decir que si venía de estar con su yerno.
Hasta el momento, Manuel Reyes era muy celoso y cada vez que Rafaela hablaba o se relacionaba con alguien demostraba bastante genio pero nunca se había comportado de este modo, ahora era algo especial, sentía un enorme complejo de inferioridad debido al estado económico del que gozaba su yerno.
El día del mortal suceso nuestra testigo se encontraba en su domicilio el cual colindaba con el de la familia de Rafaela y su marido Manuel.
Nuestra testigo, desde los doce años tenía el ya desaparecido oficio, denominado trajinero. Esto era comerciante por encargos. Este día sobre las 11:30 horas salió de su casa con varios encargos y a su vuelta vio a Rafaela apoyada sobre la fachada de la casa de enfrente a la suya. Según nos cuenta, a Rafaela, le encantaba comer en la calle. Se ponía con el plato en la mano y apoyada sobre la fachada de enfrente a su casa.
Le preguntó a Rafaela que por qué había discutido con su marido y ella le dijo que no podía ser más clara. Que venía de vender los cochinos que había engordado y de cobrar el dinero que le habían pagado por ellos y que su marido le había estado discutiendo acerca de que yo venía de ver a mi yerno, el que pretende a mi hija mayor. Su marido se había vuelto acomplejado y muy celoso de su yerno.
Este mismo día sobre las 14:30 horas, nuestra testigo se encontraba sola en su domicilio y al escuchar un fuerte ruido se asomó para ver de dónde provenía a través de la tapia que limitaba el corral de su casa con el de sus vecinos. Fue en ese momento cuando se percató de que su vecina Rafaela había caído desde el soberado de la casa por las escaleras hacia abajo, rodando de un empujón que le había dado su marido. Ese era el ruido que ella había escuchado, Rafaela rodando escaleras abajo hasta llegar a la planta baja.
Según parece el matrimonio se encontraba en la planta baja de la casa y estaban discutiendo. En el acaloramiento de la discusión, Manuel cogió un utensilio del campo, amenazando con el mismo a su esposa. El utensilio en cuestión era un calabozo, una herramienta para desbrozar matorrales y cualquier material leñoso de estructura más o menos fina. Se compone de una cuchilla de acero de entre 20 y 30 cm de largo. Uno de los lados de la cuchilla se encuentra afilado y termina en un extremo más o menos curvo, lleva un mango de madera de entre 30 y 70 cm de longitud, sujetos a la cuchilla por tornillos con tuercas.
Cuando Rafaela observó que su marido le recriminaba sin parar acerca de su yerno y asió el calabozo, salió huyendo hacia la planta de arriba, al soberado. Fue entonces cuando Manuel subió detrás de ella y en el forcejeo la empujó escaleras abajo.
Como pudo, se levanto Rafaela intentando huir de su marido, llegar a la cocina y llegar a un patio exterior que comunicaba con la calle al terreno destinado al entonces ubicado en aquel lugar para el recinto ferial. Pero su trayectoria de huida se frustró al ser alcanzada por su marido. Este cerró la puerta por dentro para que ella quedara encerrada en el interior de la cocina. Rafaela tras recibir varios golpes y al estar dolorida por la aparatosa caída, quedó arrodillada frente al hornillo de la cocina a los pies de su marido. Cerró la otra puerta que quedaba abierta de la cocina y fue cuando se oyó el crujir del cráneo de Rafaela y su grito de último suspiro de vida al recibir el certero golpe mortal de su marido, clavándolo el calabozo en la cabeza y acabando en un instante con la vida de su mujer y su obsesión por su yerno.
En ese momento y antes de cerrar la puerta, nuestra testigo preguntó a Manuel, “¿qué vas a hacer?, déjala ya, por dios, ¿qué vas a hacer?” pero Manuel haciendo caso omiso, cerró la puerto ya asestó el golpe con el calabozo sin más.
Una vez que ocurrieron estos hechos, nuestra testigo, que en esos momentos era una niña, corrió despavorida a solicitar ayuda de otro vecino, el cual saltó desde su casa  a la de la vecina, consiguiendo acceder a la cocina y descubriendo la fatal estampa de Rafaela con el cráneo abierto y un gran charco de sangre en la cocina.
Manuel huyó a través del corral por donde lo había intentado minutos antes su ya difunta esposa.
Después  avisaron al médico del pueblo, D. Genaro, el cual acudió en cuanto pudo y la reconoció y certificó su muerte.
Más tarde, se dio aviso a través de unos familiares a la familia de Rafaela, los cuales vinieron de Madroño.
En esa misma tarde, localizaron a una antigua amiga de Rafaela la cual llevaba muchos años sin hablarse con ella, la cual al saber de la noticia acudió de inmediato al domicilio de Rafaela.
Entre esta antigua amiga y la testigo amortajaron a la difunta.
Posteriormente, llegó la “Curia de Sanlúcar”, término, utilizado en esta época para referirse a la Guardia Civil. Se buscaron por las fuerzas actuantes, posibles testigos para verificar lo ocurrido, pero la madre de la testigo, habló con ellos diciéndole que ella no quería que testificara porque su hija era muy pequeña y que al encontrarse sola en casa había mirado a través del muro entre las viviendas pero que de haber estado acompañada no lo hubiera hecho. Insistió en que había sido una niñería y que lo dejaran pasar en alto, por lo que finalmente nuestra testigo quedó desde el primer momento en el anonimato. Esto se hacía según ella misma nos narra para evitar problemas vecinales, ya que su familia se llevaba muy bien con esta familia.
Nos comenta que a pesar de lo sucedido, hasta el momento, la relación en el matrimonio, y en la familia en general, era normal, como cualquier familia en aquellos año, mucho trabajar y mucha hambre. Se refería a que Rafaela tenía un carácter algo más agrio y era áspera en su genio y que su marido era algo más dulce, más tranquilo y apaciguado que ella.
Que Rafaela estaba aquí en Olivares sola ya que su familia era de la sierra y estaba toda allí y que aquí solo tenía la familia por parte de su marido y por eso también era más seria o reservada.
A su muerte, Rafaela dejó a uno de sus hijos muy enfermos. Otro de sus hijos se fue a aprender el oficio de zapatero y su marido trabajaba en una finca que tenían ellos.
Aún en vida de Rafaela, se le murió su hija a la que su yerno pretendía y a la muerte de ésta ese mismo yerno, pretendió a la hija menor con la cual se casó, siendo desde este suceso cuando empezó la enfermiza obsesión que hizo que Manuel Reyes acabara con la vida de Rafaela Díaz.
Al tiempo atraparon al autor del crimen y lo llevaron a la cárcel existente entonces en Sanlúcar la Mayor (Sevilla) donde estuvo varios meses. Meses después, un amigo del agresor y de oficio médico realizó las gestiones oportunas para su ingreso en un Hospital Psiquiátrico.
Allí recibía visitas esporádicas de su hija Amparo hasta que finalmente años más tarde falleció.
Ya en la última etapa de la vida de Manuel Reyes y acusado ya de su enfermedad volvieron a traerlo a la localidad de Olivares donde murió y fue enterrado en el cementerio municipal de San Benito.
Nos comenta nuestra testigo que Rafaela era muy buena persona y que fue muy duro presenciar cómo se fue de repente y que le pareció increíble ya que momentos antes habían estado conversando como si nada fuera de lo normal fuera a suceder.
Según se puede leer en el Certificado de Defunción de Rafaela, la causa de su muerte fue fractura de la bóveda craneal, certificando su muerte a las 21:30 horas del día 10 de octubre de 1.928.
Fue realizado informe pericial en virtud de orden judicial en presencia de un alguacil y dos testigos. Que el Juez Municipal que realizó tal registro fue D. Juan Rodríguez Ortega el cual hace constar que la fallecida no otorgó testamento, circunstancia bastante normal en esas fechas.



18 jul 2011

"El asesino de mi hijo debería ser condenado a cadena perpetua".

Juan José Alías se une a los padres de Marta del Castillo en la iniciativa para pedir la implantación de esta medida penal.Fernando Pérez Ávila
 
Juan José Alías, padre de Manuel Alías, atropellado mortalmente en el Polígono Store.
De lo primero que advierte es del daño que causó a su familia la información sobre la autopsia de su hijo, que revelaba que había muerto producto del golpe con el suelo tras ser atropellado y no por el mismo atropello en sí. "Aquello nos machacó. A mí y a mi familia. Nos tiró por tierra todo. Hay una cosa evidente, que si no hay atropello no hay golpe contra el suelo y mi hijo no estaría muerto".

Siete meses después de la muerte de su hijo Manuel, de 30 años, atropellado en el polígono Store la madrugada del 12 de diciembre de 2010 cuando salía de una cena de Navidad, Juan José Alías atiende por primera vez a este periódico. Lo hace en una cafetería del municipio en el que reside, Gelves, en compañía de Nacho Pérez, policía local de Olivares que ya lo entrevistó para una tesis sobre criminología. Juan José lleva en el pecho una chapa con el rostro de su hijo y la leyenda "Justicia para Manuel". En el bolsillo de la camisa lleva unas cuantas, que reparte entre quien se interesa por el estado del caso.

Dice que del proceso judicial sabe poco porque deja total libertad a su abogado. "Ahora mismo está estancado, estamos esperando que decida la Audiencia porque han solicitado la libertad del autor del atropello y de momento el juez la ha rechazado. Su abogado ha recurrido y en ese momento estamos". El presunto autor del atropello, Juan Francisco Gámez Durán, permanece en prisión preventiva desde que fue arrestado por la Policía en su casa, tres horas después de que matara a Manuel Alías y se diera a la fuga.

"Sé que ha dicho que se dio a la fuga porque temía que lo fueran a linchar la gente que estaba allí y los amigos de mi hijo. En ese caso, no entiendo por qué se fue a dormir en vez de presentarse en la comisaría que le cogiera más cercana. Eso es lo que hubiera hecho una persona que tuviera miedo y no quisiera de verdad escapar".

El padre de la víctima agradece el gesto del padre del copiloto del coche del autor del atropello, que obligó a su hijo a presentarse ante la Policía. "Ha declarado que iba con un palo causando daños a todos los vehículos que estaban allí. Un amigo de mi hijo sufrió destrozos en su coche y le ha costado arreglarlo 2.800 euros". Juan José explica la muerte de su hijo basándose en el relato de los testigos, que en su mayoría eran amigos de su hijo, así como un empleado del salón en el que habían cenado tanto el homicida como la víctima con sus respectivas empresas.

"Serían las dos y media de la madrugada. Mi hijo estaba hablando por el móvil, diciéndole a su pareja que iba ya para casa porque había habido una pelea y yo le tenía dicho que cada vez que viera bronca se quitara de en medio. Iba a coger el coche y le sorprendió este señor, al que por lo visto le habían roto el espejo retrovisor y le habían arañado el coche. Estaba caliente y vio a mi hijo y dirigió el coche hacia él, le metió un viaje que acabó debajo de otro coche que estaba aparcado junto al suyo. No se conocían de nada ni se habían visto antes. Le cogió a él como le podría haber cogido a cualquier otro".

También explica que una cámara de vídeo grabó la secuencia de los hechos. "Aunque había un toldo que se movía con el viento, la cámara graba perfectamente cómo el conductor da un volantazo para embestir a mi hijo. Se ve que va directamente a por él".

Sobre la posibilidad de que fuera ebrio el conductor, Juan José Alías expresa sus dudas. El conductor dio positivo cuando fue detenido, pero en una segunda medición arrojó una tasa de alcoholemia más elevada que la primera, efectuada veinte minutos antes. "Habían pasado tres horas. Si hubiera ido borracho al volante, la segunda medición sería más baja que la primera. Lo que demuestra eso es que bebió después, en su casa, para fabricarse un atenuante".

Cuenta que la familia echa mucho de menos a Manuel y que cada día 12 de cada mes, fecha en la que murió su hijo, supone un tormento. Por eso quizás le dolió tanto que se informara de que el homicidio no fue intencionado y que respondió a un simple accidente. "Sé que puede ser la estrategia de un abogado, pero a mí me duele. Ese es mi hijo. Cuando se publicó la noticia -en la que se descartaba que el homicida diera marcha atrás reiteradas veces sobre Manuel Alías con intención de matarle-, leí un comentario en una página web de un medio de comunicación. No se identificaba, pero tenía que ser de un familiar del asesino de mi hijo. Decía que era muy doloroso tener un hijo en la cárcel. Y yo a eso tengo que responderle que más doloroso es tenerlo en el cementerio. Nadie de esa familia me ha llamado todavía para darme el pésame. Si hubiera sido al revés, a mí se habría caído la cara de vergüenza".

En todo este tiempo, Juan José Alías ha contactado con la familia de Marta del Castillo, a la que apoya firmemente en su petición de la cadena perpetua revisable. "Es lo que debería caerle al asesino de mi hijo, una cadena perpetua. Apoyo cualquier movimiento ciudadano que haya para implantar esta medida". Ahora espera de la Justicia que el autor del atropello no salga en libertad. "No sé cómo reaccionaré cuando lo vea. Iré al juicio, desde luego, pero no sé qué puedo hacer cuando me lo encuentre cara a cara".